Nada cambió.
No es verdad por supuesto, todo cambió. Mi familia cambió, mi vida cambió y mi yo lo asimiló mejor de lo que esperé. Me sigue tomando tiempo. Me sigue costando mucho esfuerzo, no debería (según yo), pero lo hace. Estoy retrasandolo todo (cómo siempre) y sí, la situación no ha ayudado mucho pero, no voy a culpar mi contexto.
Sé que tengo algo en las manos y se siente bien, sé qué sigue siendo mi corazón y late en amarillo. Se que su voluntad flota y revuela alto sin un sentido principio. El se aferra a mí o yo a él. Está luchando conmigo y ya no contra mi.